martes, 12 de junio de 2012

Parir


Cuando tuvo la edad suficiente para animarse a preguntar le contaron que los primeros meses de embarazo habían transcurrido con total normalidad, sus  padres disfrutaban  por igual la espera del primogénito. Habían disminuido, casi al punto de desaparecer, las peleas, los celos.
 La venta en la librería había aumentado y el niño llegaba con un pan bajo el brazo.
Su madre se había puesto tan bella que incluso, un vecino al verla cruzar la calle una noche creyó ver a la Virgen María embarazada y se arrodilló a su paso.  
Ella se tocaba constantemente la barriga, le hablaba, le leía cuentos, le cantaba.
Él quería cumplir todos sus antojos, pero a ella solo se le antojaba leer por las noches y dormir temprano con la ventana abierta.  
Trabajó hasta el octavo mes a la par de su marido. Estaba envolviendo para regalo  Viaje al fin de la noche, cuando empezaron las contracciones.
El Falcon atravesó la Capital con un pañuelo sacudiéndose por la ventanilla llevando a dos, apurado por regresar con tres.
El hospital estaba saturado por las victimas del incendio del Puerto, así que prepararon una habitación común como sala de parto.
Parir es un acto unilateral es dividirse multiplicando. La madre produce, genera, trae y da el mundo al niño y con el tiempo el niño negará primero a la madre y después al mundo.
Su cuerpo se rompió. Solo paró de dolerle cuando vio que el bebé, su bebé, hermoso como ninguno había nacido muerto.
Dos días más tarde le dieron nombre y sepultura al que hubira sido su hermano mayor: Ulises.
El nuevo embarazo se vivió con una tensa felicidad. Como su suegra había deslizado la posibilidad de que la perdida se debiera a las novelas que devoraba noche a noche, se le prohibió la lectura. No trabajó y  no le permitieron otra visita que no fuera de su suegra, su cuñada y el marido.
Se volvió religiosa por decantamiento y le escribía largas cartas a Dios.
Para no molestar al marido con sus terrores nocturnos dormía sola y recibía en sueños cada noche a un asesino, a un lobo, a un niño muerto.
Esta vez hubo que subirla a la fuerza al coche para ir al hospital, pese a la contracciones quizo parirlo en la seguridad de su casa.
En la calle la gente iba y venia, vivía. Tan desacostumbrada estaba a ese movimiento que se mareó y vomitó toda la guantera, el parabrisas.
En la sala de partos no paraba de llorar, todos la tocaban, la acomodaban, hacían de ella.
Se partió otra vez, y el llanto del niño se sumó a su llanto ya empezado.
Cuando lo pusieron en su pecho sus miradas se cruzaron. Lo beso profundamente, una y otra vez dándole las gracias a Dios. Acariciando sus tres kilos ochocientos. 
El niño lloraba le estaba avisando que debajo de la manta había una pierna notoriamente más corta que la otra. Había fallado otra vez.
Lo inscribieron como José Luis, pero rápidamente empezaron a llamarlo Monito, Mono. Con el pequeño defecto de las orejar grandes querían tapar el otro y evitarle apodos como Rengo, Cojo, Discapacitado, Pata corta, Pata de palo, Pirata, Bidet y cosas crueles que dicen los chicos y que a él sin excepción también le dijeron.  

domingo, 10 de junio de 2012

TOCO TU CHOTA


 


Toco tu chota, con un dedo toco el borde de tu chota, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu chota se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la chota que deseo, la chota que mi mano elige y te dibuja en la cara, una chota elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu chota que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

    

lunes, 4 de junio de 2012

LA ESCAPADA


La lluvia tamborilleaba sobre el  techo de la cabaña y cada vez más seguido un rayo iluminaba la habitación y a los pocos segundos el respectivo trueno estremecía los cuerpos.
Se habían escapado el fin de semana, escapado de todos, nada de teléfonos. La casa sola, en el bosque solo, a  treinta kilómetros del pueblo más cercano.  
Mara hundía sus dedos en la cabeza de Manuel, trayéndolo más hacia su vientre.
Él la espiaba cada tanto por la mirilla de sus pezones, sujetando sus piernas, apretándolas, sin dejar de  hacer eso que ella alentaba con pronombres indefinidos. La boca siempre  es la abundancia.
Por las ventanas empañadas por ese único animal jadeante que formaban, ella creyó ver a alguien mirando hacia adentro. Rápidamente se lo sacó a de encima y le pidió que investigara.
Después de un breve, pero intenso forcejeo verbal, Manuel accedió y al acercarse a la ventana solo pudo ver el auto acurrucado  cerca de la puerta. Aseguró que las sombras de los árboles eran los que habían asustado a Mara.
Ella no se conformó e insistió en que revisara y  trabara mejor las puertas y ventanas. Hecho todo esto, volvieron tímidamente a los besos, pero ya vestidos  no superaron ese umbral. Se abrazaron en silencio sin dormir y se quedaron de esa manera unos minutos hasta que la alarma del auto los asustó.
Ella fue la primera en levantarse y juró ver a alguien corriendo hacia el corazón del bosque.  La lluvia había aumentado y el control remoto de la alarma no la desactivaba.
Pese a que ella le insistió que no saliera, él la desoyó por miedo a quedarse sin batería y varados a 30 km del pueblo. El chillido se esparcía por todo el bosque, rebotando en cada árbol y cada rama ganando volumen.
Abrió la puerta, apuntó contra el auto, salió un poco más hasta el borde del alero, apuntó y nada, fue al volver del coche una vez apagada la alarma que se patinó. El sonido de la cabeza sobre el cemento  se escuchó aún sobre la copiosa lluvia.
Mara corrió a su lado y al abrazarlo  y notó que no reacciona. La lluvia la desnudaba, todo el cuerpo ajustado respiraba agitado bajo el camisón. 

-¡Ayuda!- ¡ Por favor te doy lo que quieras pero ayudanos!. Por favooooor ¡Mi novio se golpeó la cabezaaaa ayudameee.!

Lento pero firme la que se presentaba como una sombra de un árbol se describió como una  figura humana que se acercaba a ella llevando algo largo en la mano derecha, algo metálico que brillaba con los relámpagos. Al acercarse más notó que lo que parecía un caño era una escopeta y la figura humana era una mujer.

- ¿Tu novio?-

martes, 22 de mayo de 2012

Elizabeth

 - Está bien. Llevalo, pero tené mucho cuidado- me dijo mi padre buscando los documentos del auto en su billetera.

Tenía ganas de abrazarlo, de dar saltos, de arrodillarme a sus pies a festejar, sin embargo esperé serenamente a que me diera todo, dejé que me pichara con sus indicaciones, algunas humillantes como: prendé las luces, no dejes las luces prendidas cuando bajes, fijate en dónde lo dejas estacionado que no te lo lleve la grúa.
Pero yo estaba feliz no solo porque era la primera vez que me prestaban el auto de noche sino porque lo había pedido para salir con Elizabeth Plotnik.
Elizabeth era fresca, bella, judía e inteligente, pero sobre todas las cosas algo con lo que potenciaba todo lo de más: tenía los pechos más grandes que había visto en mi vida.
Me había llevado cinco mes hacerme su amigo y casi dos cuatrimestres para que aceptara salir a cenar solos, lejos de cualquier excusa facultativa.
Me vestí y perfumé como el evento lo ameritaba y estaba tan ansioso por verla que llegué a su casa media hora antes y tuve que estar dando vueltas por su barrio hasta que se hiciera la hora pautada.
Le toqué el timbre en punto, pero ella demoró unos veinte minutos en bajar, estaba un poco seria, bellísima, enfundada en un vestido corto rayado.
Cuando se sentó en el asiento del acompañante y se colocó el cinturón de seguridad tuve la impresión de que los botones superiores del vestido iban reventar y sacarme un ojo. Le hice un comentario gracioso sobre un profesor de Sociedad y Estado, su risa resonó. A partir de allí la charla fluyó hasta el restaurant.
Estacioné casi en la esquina mitad en cordón amarillo mitad no. La cuadra estaba repleta y no quería hacerla caminar, había llovido durante todo el día y si bien ya no, mi sexto sentido me decía que al salir volvería a llover, un trapito me hizo señas de que todo estaba bien, le di diez pesos y me dijo que se quedaba toda la noche.
Entramos tranquilos, tanto que hasta  me animé a poner mi mano en su hombro.
Mientras Elizabeth iba al baño después de terminar la cena, posiblemente a cagar por el tiempo que se tardó, aproveché para pedir la cuenta y de una manera galante sorprenderla a su vuelta. Ella había elegido el lugar y había sido una pésima elección, caro y malo.

-       ¡Bien el lugar! – Le dije mientras volvía a sentarse.

Me di cuenta de inmediato que los dos botones superiores del vestido no habían podido soportar más la presión ofrecida por sus pechos y habían desparecido.
Con su mano en mi brazo me contó muy tentada sobre un graffiti que había leído en el baño. Yo no quise ser menos y tomándola también del brazo y le empecé a contar  uno de esos chites clásicos de ¡mamá mamá!. Ella me miraba riéndose antes de que yo arrancase, presuponiendo que iba a ser mucho más gracioso que el de ella y de hecho el de ella no era nada comparado con lo que yo iba a contarle .

-       ¡Mamá mamá! ¿por que festejamos la Navidad en Agosto?- Sus ojos ya lagrimeaban de la risa, la respiración le inflaba el pecho. Desbordaba.
-       Porque con el cáncer de mierda que tenés no llegamos ni a octubre- Yo no podía parar de reír

-       Mi abuela murió de cáncer a principios de año - Su cara se había transformado y lo que unos segundos antes era una fiesta se volvió un silencio incómodo.
La sangre comenzó a correr por mis mejillas. No tenía manera de pedir perdón.
Salimos del Restaurant y ni notó que había pagado la cuenta. A lo poco de andar empecé a desesperarme porque no veía el auto, una camioneta ganaba la esquina en la que lo había dejado, del trapito ni noticias aceleré el paso hasta la esquina y detrás de la 4x4 estaba asomado tímido el Peugeot de mi viejo.  Elizabeth empezó a reír.

-       ¡ Te pusiste blanco!. Los dos reímos, me abrazó fuerte pude sentirla sobre mi, me besó entre la mandíbula y el cuello.

Encaré para el río haciéndome el que buscaba un bar por esa zona oscura donde van las parejitas a besarse y a tener sexo. Apagué las luces para no molestar a los demás y noté que los autos estaban muy pegados a los bordes de la vereda.
Me dije: ¡ Qué tontos son todos! Nadie va por el medio a la parte más linda donde se ve el río.- Pero como ya dije había llovido durante todo el día y el camino de tierra se había vuelto un pantano, cosa que no pude apreciar con las luces apagadas.
No deslizamos un poco de lado antes de detenernos. Mientras más aceleraba más nos enterrábamos.
En todo momento  yo quería transmitirle seguridad, sin perder de vista sus piernas, pero estaba muy preocupado.
Cuando me bajé para contemplar la situación me hundí hasta casi las rodillas, al dar el primer paso perdí una zapatilla. Contemplé el auto desde atrás y no podía creerlo. Las ruedas traseras ni se veían. El barro llegaba al paragolpes.

-       ¿Y está muy mal?- pregunto asomándose por la ventana.

-       Masomenos – Mi noche se había hundido con el auto. Al intentar volver a asiento
me patiné dos veces cayendo de espalda sobre el barro. Una luna deforme se asomaba por el escote de dos nueves negras. Empezaba a llover.


martes, 15 de mayo de 2012

La llamada

Lloraba en el teléfono su interminable tanguito de los sueños rotos y la desdicha simbiotica.. Desde hacía seis meses estaba metida en una relación a mis espaldas y yo como el cornudo de la fiesta que sin poder responder nada, escuchaba los detalles de sus excusas: Vos no sabés lo dificil que es para mi, que esto es más dificil para mi que para vos, que no te imaginás lo feo que es estar desnuda abrazada a él y ver tu cara en la oscuridad increpándome. De pronto oigo a través del tubo como él entraba a la casa, le daba un beso, le preguntaba algo. Tengo que irme me dijo, lo siento. Me imagino, fue lo único que alcance a decirle antes que me corte. El odio se me sumo a las ganas de mear, había tomado mucho mate corrigiendo unas pruebas y medieron ganas de mearles el colchon, mearlos a los dos mientras dormian yo todavia tengo las llaves de su casa pensé. Por suerte el viaje era largo así que me metí al baño a buscar en los azulejos mas altos alguna respuesta mientras me vaciaba.

martes, 17 de abril de 2012

MEDIAS


Faltaba uno, después de contarnos nos dimos cuenta que nos faltaba uno.
Era otro verano familiar en la misma playa en que nuestros padres se habían conocido, a la que habían ido juntos cuatro años de novios, la misma en la que habían pasado su luna de miel y diecinueve vacaciones de casados, la misma sospecho, en la que concibieron a mi hermano mayor Javier, que en aquel momento había ido a buscar a ese que nos andaba faltando.
Hasta ahí, la tarde había sucedido con total normalidad. Carpa por carpa, sombrilla por sombrilla mi hermano había recolectado a los jugadores. Maridos, padres, hijos, novios, a veces con el visto bueno de sus familiares y otras no.

- ¡ cuando vengas todo lastimado vamos a ver! –

- Anoche te quejabas de la pierna ¿vas a ir a jugar al Futbol?-

Siempre el mismo ritual todos los días que duraba el verano.
Los equipos se iban renovando con la incorporación y la partida de turistas. La confección de los mismos no esquivaba el azar considerando que en su mayoría era gente que nunca se había visto y se elegía por la cara o por algún atributo o falta de atributo físico.
Es así como surgían los apodos en la cancha: Colo, Visera, Melena, Rulos, Pelado, Flaquito, Rojo, Verde o Negro según fueran los colores de sus mallas.
Debo reconocer que mi hermano tenía un don especial para separar a los buenos de los malos jugadores y siempre elegía para nuestro equipo a los malos.
Sin saberlo ellos eran reclutados para redimir su condición de pataduras en un fútbol playero a las cinco de la tarde en una playita del culo del mundo. Javier era generoso y bravo en su juego casi nunca perdíamos.
Esa vez nos faltaba uno para ser pares, éramos quince y mientras algunos se pasaban la pelota que mis padres me habían regalado para mis dieciséis y otros estiraban o hacían qué, mi hermano iba sin éxito mendigando por toda la playa ese jugador para nuestro equipo.
Yo era el único que lo miraba cuando alzo los brazos: la búsqueda había concluido. Avisé a resto y volví la cabeza. Detrás de una sombrilla de tela verde y roja emergió Él, un hombre de cuarenta y pico, morocho de frente prominente y cubanas. Llevaba puesta una musculosa blanca de camiseta, mató la lata de cerveza de un trago apasionado y salió trotando detrás de mi hermano, la panza como un globo se batía a cada paso.
Cuando estuvo a menor distancia pude ver que sus piernas eran peludas y llevaba medias blancas de caña alta. Los que estaban a mi lado se sonrieron.
No le pasaron la pelota ni para que viera como estaba de dura o de inflada.

-Che, Medias, vos jugas abajo con el pibe- dijo uno, el pibe era yo.

Nos saludamos con la cabeza y no hubo tiempo para más, el partido arrancó complicado, sobre todo para mi. Al verme más chico todos los rivales atacaban por mi lado y me hicieron correr mucho en muy poco tiempo.
Medias acompañaba caminando por el fondo, esperando entrar en acción, pero la pelota nunca le llegaba.
Mi hermano se desvivió por sacar adelante al equipo, pero nuestros compañeros era especialmente malos, se perdían goles imperdibles. Uno de malla verde se había pateado, el mismo, su pie de apoyo al intentar mandar un corner rápido para sorprender al otro equipo.
También teníamos al Colo que le pegaba con las dos piernas, horrible con ambas.
Después estaba el gordito de espalda peluda que después de un pique de cinco metros se acalambró y debido a esto unilateralmente decidió irse de la cancha dejándonos otra vez con uno menos, pese al pedido de mi todos de que por lo menos se quedara al arco.
Aún así mi hermano y yo manteníamos el juego empatado en dos.
Cuando el partido iba decantando su parte final, después de varios despejes y rebotes Medias se encontró por primera vez con la pelota, solo, cerca de nuestro arco. Un rival se le fue encima antes que él pudiera controlarla, pero lejos de perderla, Medias sutilmente se la pasó entre las piernas, el otro se hundió en el suelo levantando arena blanda a su paso. Avanzó un poco dominado la pelota que serpenteaba por las huellas de la cancha, otro se le tiró a los pies, pero Medias lo sorteo con un sombrerito. El Colo se la pedía por la punta levantando y sacudiendo los brazos con un gesto de estoy solo, estoy solo, la pelota había caído en un huella profunda cuando otro rival se le fue encima pegándole una patada a mitad de la media derecha mientras él, con la izquierda se la ponía en la cabeza al Colo que definió blandamente a las manos del arquero.
Medias, no era de los que se quejan de los fules o inventaba manos, se levanto aceptó las disculpas del rival y volvió a mi lado en la defensa rengueando. La arena pegada al sudor de su cara parecía un maquillaje de carnaval y brillaba con el sol de la tarde.
Con la pelota dominada en la mitad de la cancha uno del otro equipo dijo:

- Gol gana- y todos aceptamos.

Javier robó la pelota y salió atropellando a todos hasta quedar mano a mano con el arquero quién con un esfuerzo sobrehumano logró sacar el remate que se le metía por abajo. La arena amortiguó la volada. Sonaron aplausos.
Javier mismo fue a patear el corner. La pelota paso alta por sobre la cabeza de todos los que esperábamos en el área y alta pero no tanto para Medias que venía desbordando solo por detrás.
Todos vimos como su panza de globo se estiraba en el aire para llegar al balón con una tijera perfecta poniendo la pelota que mis papás me habían regalado para mis dieciséis contra la ojota que hacía de palo. le costó levantarse, pero todos fuimos a saludarlo. El partido había terminado.
Cuando fuimos al agua le sangraban los pies, me dijo que era dentista y que se le había muerto un hijo.
Javier me gritó para que fuéramos detrás de las olas más grandes, cuando una me revolcó hasta por la orilla vi a mi hermano salir del agua, la cara llena de gotas, el pelo aplastado hacia atrás, su malla pegada a las piernas chorrenado, Medias yo no estaba ahí.

sábado, 3 de marzo de 2012

El colado II



II

Me colgué de la medianera asomando apenas la cabeza, el patio seguía a oscuras. Retrocedí, hice mi carrera, pero no pude lograrlo, no tenía fuerzas, la pared desde afuera parecía más alta además había enjuagado bien el pantalón en una canilla vecina y eso también me dificultaba el salto.
Tirado en la vereda de enfrente encontré el armazón de un televisor, lo puse cerca de la pared para usarlo de escalón, pero no soportó mi peso. Tenía que buscar otra manera de entrar a la casa y tocar el timbre no era opción.
Me senté en el cordón, camine por enfrente, di una vuelta a la manzana y decidí intentarlo otra vez.
El patio estaba a oscuras, la casa también, pero se oían voces, de repente una pequeña luz fue bañando las paredes y descubriendo siluetas.

-¡ Qué los cumplas feliz, qué los cumplas feliz! ¡ Qué los cumplas: Nikki, qué los cumplas feliz! -

Sopló, una de las dos velas siguió destellando, sopló otra vez. Apagón incómodo y aplausos. Alguien en la oscuridad buscaba mi mano, me asusté.

-¿ Nos sacás una foto?- Asentí con la cabeza y comencé, poseso, mi lluvia de flashes, para un lado, para el otro, tratando de cegar a todo el mundo, de borrarme de sus memorias. Me adueñé de la cámara y cada tanto revisaba en el menú, para saber si era la que me había retratado, pero no era.
Nikki empezó a preguntar por Andy que no aparecía por ninguna parte y que no aparecería vivo.
Seguí con las fotos, mientras más fotos hubiera, más pasaría desapercibida la que me habían sacado. Algunos posaban otros no.
Fui hasta el baño, la luz estaba encendida, afuera había cola. Salió un joven revisándose la bragueta y refregándose la nariz, lo retraté y me palmeó el hombro al pasar. La despensa estaba vacía, disparé una foto al azar, entré al escritorio, contra la pared vi un tumulto, una rodilla, una teta perdida fuera del corpiño, saqué una foto y volví a la pista.
Dejé la cámara en la mesa y me serví una copa de vino, una mujer a mi lado estaba en lo mismo. No era linda, pero besaba bien, cada vez que abría los ojos, veía al tal Lobito vigilándome desde un ángulo distinto.

-No conozco a nadie, vine con una amiga que se fue con un flaco mientras soplaban las velas y no me avisó nada ¿ vos?-

Un grupo de seis se despedían de todos a viva vos, se iban. La tomé de la mano y salimos.
En la calle clareaba, nos abrazamos, nos besamos, hacía frío y me di cuenta que había dejado la campera adentro con la billetera y los documentos, estaba por tocar el timbre sin soltarla de la mano, cuando un patrullero estacionaba silenciosos frente a nosotros con la batidora prendida, el que manejaba miró mi pantalón todavía empapado.

jueves, 1 de marzo de 2012

Los sinsabores del verdadero policía


Si bien, el libro es una chantada de los editores que agarraron un monton de textos ineditos de Bolaño y dijeron esto es casi el libro, él lo hubiera querido asi, de no haberse muerto antes le encantaria sacar a la luz una novela borrador(¿?). En fin, si bien eso que es un chamuyo total, este libro tiene un capitulo, uno solo que me emocionó mucho, en el que se ve a un Bolaño entrañable, y ese capitulo de seis carillas, ese en el que Amalfitano piensa su vida, hace que valga la pena todo lo demás.

martes, 14 de febrero de 2012

EL COLADO I


I

Cuando mis pocos amigos de toda la vida empezaron a casarse y sus mujeres a traer hijos al mundo me quedé totalmente solo; ni un llamado, ni una visita ni siquiera un abrazo a la distancia desde un mensaje de texto.
Empecé entonces a deambular en las noches de Rosario tratando de conocer lugares nuevos, probar comidas distintas, ver teatro y cine actual, cosas que me hicieran mejor persona, con el único fin de conocer alguna mujer con la que casarme y tener un hijo para de esa manera volver a ser aceptado entre mis amigos.
La cantina en la que había cenado había quedado varias cuadras atrás cuando me topé con una hilera de mujeres entrando en una casa antigua. Me puse detrás de la última automáticamente, sin pensarlo.
Al entrar dos de ellas se voltearon y una le preguntó a la otra.

- ¿ Y este quién es?-

- El primo Marto- contestó con la certeza inapelable de los libros de historia. Yo asentí con la cabeza.

Entrando al hall tuve que hacer un esfuerzo muy grande para no mirarme en el espejo del recibidor, por miedo a ver en él a otra persona que no fuera el primo Marto. La llave giró a mis espaldas mientras retardaba el quitarme la campera, siguiendo a cierta distancia a las dos mujeres que se sumergieron en una cortina de paño verde olivo.
Detrás de la cortina se descubrió una enorme sala de unos veinte metros cuadrados repleta de invitados. Nadie me notó.
A primera vista supe que la fiesta estaba dividida en al menos cuatro grupos separados. Los fumadores cercanos a la puerta del patio, las parejas despatarradas en los cómodos sillones del chill out, una gran mayoría bailando en el centro de la pista y los bebedores a la izquierda junto a una larga mesa repleta de botellas de vino y tres choperas de cerveza alemana.
Perderse en la pista hubiera sido lo más sencillo, pero no he sido favorecido por el don de la danza, me corrí hacia la izquierda y comencé a tomar cerveza.
Dos hombres de mi edad, reían acaloradamente por los resultados de un partido de tenis, mientras que otro, claramente alcoholizado, les hacía señas obscenas con la corbata. Los esquivé camino a una copa de vino y quedé frente a una pareja que discutía sobre su vida sexual, ella le recriminaba el ser un eyaculador precoz, mientras que él le decía algo así como que el problema era que ella le gustaba mucho. Impresionado empujé el vino hasta el fondo de la garganta, bajó raspando.
Tenía pensado permanecer en la fiesta y hacerme de alguna señorita, pero mi permanencia en la misma solo era viable si lograba evitar al, o los, dueños de casa. Debía averiguar quienes eran. Alcé la vista y creí encontrar la respuesta donde un tumulto de gente saltaba al ritmo de una canción monótona, copa en mano pasé lateralmente entre ellos. Algunos canturreaban un feliz cumpleaños en el que se nombraba a una tal Nikki. Los vestidos se inflaban, había hermosas piernas.
Después de varios empujones de caderas bailando llegué hasta el sector de los sillones, quedé de espalda a ellos, mirando hacia la pista, pero intentando oírlos.
Una joven hablaba de lingüística general y se notaba que se sentía muy intrépida al hacerlo y si bien era muy tonta algunos hombres acotaban con admiración, pero su admiración se notaba, hasta sin verlos, era de deseo. Me dije: esta mujer tiene que ser digna de verse, giré sobre mi mismo, mareándome un poco, pero pude reconocerla, era realmente bella, llevaba puesto un vestido negro muy corto, unas piernas encantadoras que cruzaba y descruzaba según de que lado viniera la voz que la consintiera.
Me miró y me sentí al descubierto, podía ser la dueña de casa. Baje la vista y encaré hacia la puerta del patio, saqué un cigarrillo y me puse a fumar, alguien me pidió fuego, le pasé el encendedor sin mirarlo ni contestarle.
El fresco del patio me hizo cosquillas en las piernas inmediatamente me di cuenta que me estaba meando, tenía que buscar un baño de manera urgente.
Atravesé la fiesta otra vez, crucé la cortina verde olivo y doble a la derecha.

- Todas estas fiestas tienen un muerto, la diferencia es que esta vez nos toca limpiarlo a nosotros, ¿ entendés Lobito?- Un hombre le decía a otro cacheteándolo en el pasillo, la puerta del baño estaba abierta, la luz encendida. Al notar mi presencia ambos entraron cerrando con llave.
La palabra muerto, me sacudió, quizás me quitó un poco la borrachera, pero no la necesidad de encontrar otro baño.
Entré en una habitación, era un escritorio, luego en otra, una despensa, más allá había una cocina con personal uniformado que preparaba copas y sanguches en silencio, ninguno me notó.
En el piso de arriba solo me encontré con una puerta cerrada, pensé seriamente en descargarlo todo ahí mismo, pero ¿ y si alguien me descubría?, ¿si alguien notaba que me había colado en la fiesta?.
Al bajar la escalera un pensamiento me decantó de golpe: yo era el único que no pertenecía a la fiesta, en la fiesta habían matado a alguien, por ende era el único a quien culpar de un asesinato, el único sospechoso, el que vino de afuera, el extranjero, pero ¿ era el único?, tampoco lo sabía.
Tenía que irme sin ser notado, sin ser recordado. Traté de abrir la puerta de calle, pero no pude. Una puntada eléctrica me retorcía , me asomé por la cortina, la fiesta estaba en piloto automático, luego me asomé al pasillo y por el vidrio esmerilado de la puerta del baño se distinguían movimientos bruscos.
Volví al escritorio buscando un tacho de basura donde descargar. Nada. Traté de abrir un armario, después de forzarlo lo logré, pero me quedé con la puerta en la mano, la dejé por ahí. Estaba repleto de cajas, ¿ y si abría una y orinaba dentro?. No, para eso sería mejor hacerlo directamente en un rincón, contra la pared.
Me estaba bajando los pantalones cuando un ruido detrás mío me asustó. Salí al pasillo no había nadie, en el baño seguían los ruidos, me metí en la despensa, ni tacho, ni balde, ni nada. Descorrí la cortina y levanté lentamente la persiana, se veía la calle a través de una reja gruesa. Si tan solo lograba abrirla, podría orinar contra la reja hacia afuera y después más tranquilamente, esperar a que alguien se retirara de la fiesta para salir detrás de él de la misma manera en la que había entrado.
El vidrio no cedía, estaba totalmente trabado. Otra vez un ruido a mis espadas me detuvo, me pareció ver la sombra de alguien perdiéndose en el pasillo como si me hubiera estado observando hacer fuerza con la ventana, meándome encima.
Salí a la fiesta otra vez, decidido a irme, estaba a punto de desbordar. Atravesé la pista, alguien me retuvo, un flash se descargó sobre mi, sentí como su mano resbalaba por mi brazo. Fui hasta la puerta del patio, no había nadie en ese sector, miré hacia afuera y vi la medianera, tenía que saltarla.
Disimuladamente me apoyé en la llave de luz, pero encendí el motor de la pileta, toqué otra llave y apagué la luz, amagué a sacar otro cigarrillo para fumar, miré hacia los lados por encima del encendedor, nadie me miraba.
Salí corriendo recto hasta la medianera, pegué un salto desesperado y mientras me iba izando feliz en la sima de la pared, sentí todo el calor del meo recorriendo el pantalón, la pierna y el tobillo derecho.
Corrí más de diez cuadras antes de darme cuenta que me habían fotografiado, tenía que volver a la fiesta

martes, 31 de enero de 2012

Viaje


Suena el despertador e inmediatamente descubro mi falta de ganas de viajar, estaba disfrutando mucho mi condición de turista en Buenos Aires: City tours, salidas al teatro, asados tematicos, y otras bellisimas sorpresas.
La risa de anoche todavía resuena en mi cabeza cuando rebienta la celular sonando.

- Estas listo?. Estamos abajo-

Mi vieja insitió en alcanzarme hasta Puente Saavedra, pero llega fiel a su estilo, media hora antes de lo convenido. Me baño acomodo los últomos petates y bajo.
Màs allà de todo lo que sufrieron a raiz mio, mis viejos se resisten a dejar de quererme y siempre son los únicos en ofrecerse a llevarme y traerme de las terminales, de los aeropuertos. Siempre son los ultimos y los primeros abrazos.
Parados en la avenida, mi vieja me habla de Frankenstein, libro que tiene que leer uno de los alumnos que prepara y pese al sueño y la resaca de la noche anterior me hace feliz hablar de eso. El monstruo quiere una mujer y persigue a su creador hasta la muerte.
Mi viejo huele a espuma de afeitar, la misma que usaba cuando me dejaba en el colegio de niño, ese olor es un lugar en mi, subo al micro se agitan palmas abiertas desde la calle.
Una pareja en el asiento delante mio se abraza fuertemente, estan sobre exitados por su primer viaje solos, se besan desprolijamente, no saben besar. El montruo quiere una mujer pienso antes de cerrar los ojos.
Llegamos a Tigre y empiezo a repetir las cervezas. La gente se desesperar por formar una fila y casi inmediatamente se inquieta porque la cola no avanza. El rìo está calmo y el sol brilla en todas partes.
Subo al barco y duremo, para cuando el calor me despierta ya tenemos una hora de travesia y la gente hace cola en el Free Shopp. Desayuno un cafe con leche mirando el rìo partirse a nuestro paso.
EL barco aun no toca puerto y la gente se avalanza en colas para bajar, 20 minutos despues se arrastran hasta la aduana.

Algo para declarar?

Y aperdì señal en el celular- digo, aunque me gustaria decir odio a la gente con la que viajo.
Subo al micro y me doy cuenta que nunca voy a llegar a las 1530 hora uruguaya, que los chicos me van a tener que esperar màs de una hora y que se van a cagar en mi aunque nunca digan nada.
La habana está en mejor estado que la primera parte que descubro de Montevideo, un montevideo precario y pobre de caras tristes, pero esa primera imagen se discipa al correr de las calle, la ciudad esta repleta de construcciones antigüas de las que es muy fácil enamorarse.
En la terminal El pelado me abraza y ya me empiezan las ganas de hacer este viaje.

viernes, 20 de enero de 2012

Agua va


Acaba de llamarme,está otra vez retrazado, lo espero con el pescado al horno ya listo.-¡Se va a pasar!- le advierto antes que me corte, antes que me deje hablandole al gato, y que la casa me meta en su sobretodo de silencio. Me siento a la mesa ya puesta, destapo el vino y me llevo las manos a la cara, pienso, pienso y pienso... suena el timbre es él.
- Hola viejo - me saluda con un abrazo hueco.
- Te voy a regalar un relój para tu cumpleaños- Sonrie con la mirada, pero sin ganas.
- Dale sentate que tengo todo listo-
Comemos como todos los lunes y yo solo espero que me cuente de su fin de semana, él sabe que espero eso, pero lo dilata aún entrado el postre.
- Pfff,¡ no sabès lo que me pasó!...- Aplaude.
- Salí con la amiga de Victor que conocí en el otro día. -
- La pechugona que me contantaste?.-
- Esa.-
- ¿y que tal ?.-
- Y...pasé una de las experiencias más subrrealistas de toda mi vida. Quedamos por chat que ibamos a ir al teatro, ella había sacado entradas para una obra. Yo pensé debe ser alguna de esas comedias pochocleras de la calle Corrientes tipo " Más pina que las gallutas" con con Tristan, Mónica Ayos y Anibal Fernández. Después, pensé, quedamos a tiro de Güerrin, expropiamos una grande de muzza con panceta y de ahí me la arrebato para casa. Para que te hagas una idea, viejo, de las ganas que tenía de amanecer con esta mina, me puse mi la camisa nueva de mariposas- sonrie enormemente.
- Jaja, ¡Esa es hermosa!-
- Si, me bañé en perfume y la fui a buscar. Cuando llego a la casa y la veo salir no entendìa nada. La mina se había clavado una joguineta con un buzo cangurito, más gastado que los chistes de Jaimito que vos seguis contando.-
- siempre un palo al viejo, ¿no?.-
- ¿que te decía? ah!... me mira y me dice: - Osqui, ¿que haces asi vestido?-, pensé que ibamos al teatro no al triatlón, le digo... Y ahí me explica que la obra que ibamos a ver era de un director que era un Ex La organización negra, ex De la Guarda y Ex fuerza Bruta y que avisaban en boleterias que había que ir cómodos-
- ¿Como la obra esa que hacen los ciegos?- le pregunto
- No, no, escuchate la que pasó cuando llegamos: era en un galpón en Garìn y me entero que la obra se llamaba " Agua va". Entramos, había como cuatrocientas personas paradas dentro del galpon, no se veía escenario y la mina me miraba y no se paraba de reir. Derepente se apagaron las luces, se iluminó el techo, arranca la banda en vivo, se descorre una especie de telón y aparece al descubierto un enorme aro blanco colgante en las alturas, la música sube de intensidad y de pronto algo igualmente enorme se posa sobre el aro, ella me toma la mano!
- Bien ahí-
- Para, para. Empiezo a sospechar qué es lo que aparece imponente arriba del aro, no me atrevo a mirarla, ni a decirlo, por suerte alguién con más valor detrás mío lo pregunta gritando - ¡¿ Un culo ?!-
- ¿Qué?!-
-Un enoooreme culo peludo, muy logrado, ojo, que empieza a rociarnos a todos con su agua mierda, no sabes el olor Papá!. Después empiezan a salir actores, acrobatas del culo,
- Los soretes-
-Sí,y se mezclan con la gente, nos tocaban, se frotaban en todos, y no habìa un espectador que no saltara al ritmo de la música. ¡Yo quería vomitar!, pero no tenía nada en el estómago. Vos sabés el asco que me da la mierda.-
- Dicen que eso significa problemas con la madre-
-Dejala a mamá en paz, es con la mierda, un asco, como pude salí de ahí, me subía al auto y volé a casa-
-¿ y la mina?
- La abandoné a su suerte, me lo hizo aproposito, es la mejor manera de sacarte de encima a un pesado que insiste e insiste en verte -
- No creo,¿ y si a ella tampoco le gustó?-
- Le encantaba, Pa, no sabes como saltaba en la fiesta de la mierda, feliz. Y ahora lleguè tarde por que llevè a lavar el auto otra vez, no le puedo sacar el olor de ninguna manera. Tuve que tirar la camisa, los zapatos, la ropa, una cagada-
- Si, justamente- Le digo y me río totalmente tentado.
- Ya está bueno por hoy-
- ¡Eh! no te ofendas...- Siempre se ofende para irse, es como si sólo tuviera dos horas para el viejo.
- Está bien Papá, igual estoy muy cansado, después hablamos en la semana y te venis al depto-
Se va y me deja la casa llena de su olor, como cuando era chico, toco todo lo que el tocó, el gato juega con la cabeza del pescado, me enciendo un cigarrillo la casa esta en off me siento y vuelvo a recordarla.

martes, 17 de enero de 2012

El arquitecto



¿ Cómo llegamos a esto preguntas?
Un sábado, hace dos meses iba para mi casa, eran las once de la noche y el 152 había agarrado onda verde, cada semáforo que pasábamos parecía que nos cargaba de velocidad, como esos video juegos ¿viste?. Era bueno ir con el viento en la cara, ya habían empezado los primeros calores del año, yo viajaba en el asiento de atrás, solo, del lado derecho junto a la puerta.
De repente el colectivero hizo una maniobra muy brusca, se cruzó tres carriles a toda velocidad intentando alcanzar una parada, en el movimiento casi destruye a un auto que se salvó de milagro, pero no corrió la misma suerte un ciclista que fue arrinconado hasta caerse encima de las mesas de la pizzería Burgio.
Aún haciendo todo eso el colectivo no alcanzó su principal objetivo y recién logró detener la marcha cruzando Monroe.
Por los múltiples espejos pude ver una expresión asombrosa en la cara del chofer, es cierto que estaba lejos, pero aún así la noté. Algunos pasajeros comenzaban a levantarse de su asientos para ver que había ocurrido, cuando se oyó el crujir de la marcha atrás, hicimos unos metros en reversa hasta que nos detuvimos. Un anciano le gritó al chofer: ¡ ¿qué?! ¡¿nos quiere Mataarrr?!. Este solo se limitó a abrir la puerta con una sonrisa.
Primero sus brazos desnudos se sujetaron al pasamanos, como subida a un podio dos escalones después se apareció frente al pasaje. La primavera estaba en todo.
Era morena, y llevaba un vestido verde. Pidió el boleto, pero la máquina no le aceptaba las monedas, demasiado nuevas, demasiado pequeñas o demasiado falsas. Luego de intentar tres veces sin lograrlo, un hombre que estaba sentado delante, pagó por ella.
Le agradeció con la mirada sin decirle palabra y recorrió el largo rectángulo del colectivo hasta sentarse en la otra punta de mi último asiento.
Solo una vez sentada, el colectivo reanudó su marcha.
¿ Me seguís?.
Desde mi distancia podía olerla, podía oírla respirar aún con el metálico chillar del motor a nuestras espadas. Con su ojos destellantes contemplaba solemne la película que le pasaba la ventanilla metro a metro. No podía dejar de mirarla. De pronto comenzó a reírse sola, se le llenó la boca de esos dientes y encías perfectas y me miró. En ese momento supe que iba a arruinarme la vida.

- Perdóname ¿ te puedo contar algo?- me dijo. Me quedé mudo, no podía creer que me estuviera hablando. Asentí con la cabeza.
-¿Te puedo contar algo de mi sobrina que no me aguanto más de la risa?- Asentí con la cabeza.
- Tiene dos años y medio y hace algunos meses antes de irse a dormir, le dice a la mamá que hay un fantasma en la habitación, la mamá le pregunta ¿adonde Juli?. Ahí al lado de la ventana. No, Juli, eso es la cortina, los fantasmas no existen, no pasa nada, andate a la cama. Y así todas la noches.
Hoy la vamos a acostar y viene y nos dice: Mamá, mamá hay un dinosaurio en la habitación. ¿ Un dinosaurio? ¿ en dónde Juli?. Ahí, al lado del fantasma –

Empecé a reírme, ella lloraba de la risa. A las semanas nos mudábamos a este departamento a estrenar. De todo el edifico, ella eligió el tercero B.

¿ Sigo, o el resto ya lo sabes?... El que calla otorga, sigo entonces.

Apenas mudados y después de poner todas las lamparitas, nos dimos cuenta que había un problema con la instalación eléctrica, algunas luces de la cocina y el cuarto encendían y otras no, Como era sábado nadie nos atendió el teléfono en la inmobiliaria. Dejé un mensaje.
Hice de cenar, tomamos un vino entre el desorden maravilloso de las cajas, todo era promesas. Decidimos darnos una ducha juntos antes de acostarnos, pero desnudos bajo la lluvia descubrimos que el agua caliente no funcionaba.
Cagándome en todo salí al balcón a ver que pasaba con en el termo tanque eléctrico, allí leí - error 6 -. La razón no sirvió para componerlo, tampoco los puñetazos que le di.
Su mirada estaba a mi lado reprobando todo lo que hacía – ¡Probá vos! Le decía, pero ella nada. Esa noche nuestros cuerpos a penas se tocaron en la cama.
A la mañana siguiente, la lluvia me despertó, me asomé por la ventana me encanta ver llover desde la cama, pero era un día despejado. La lluvia venía del techo del baño. Parece ser que un caño de la ducha del vecino del cuarto piso estaba roto y el agua bajaba sin escalas por el techo hasta el suelo. Era Domingo y como la inmobiliaria estaba cerrada, dejé otro mensaje, pero con peor tono y hablé con el vecino, para que dejara de usar el baño.
Ella no me acompañó en ningún momento, se quedó en la cama viéndome ir y venir, putear y reputear.
Solo se levantó de su pose de foca, para encender el equipo de música que al instante voló por los aires como una bomba. Del susto que se dio se fue para atrás y se golpeo la cabeza contra el borde de un mueble y estuvo todo del Domingo echada con hielo en la nuca mientras yo vaciaba y ordenaba todas las cajas.

-¿ Me seguís?-

Bien, falté al trabajo, me descontaron el día y hablé con la inmobiliaria, me prometieron solucionarme todo a la brevedad y te hicieron cargo a vos de todo esto. Me dijeron, Vicente, el arquitecto, se va a encargar de todo, el es el responsable, además tiene el su estudio en el segundo piso, quédense tranquilos. Bien dije, al menos me lo van a solucionar. Ese mismo día teníamos luz y agua caliente, pero se ve que algo tocaron en el termo tanque al solucionarle el error 6 y le cargaron otro, el error 2 y nos quedó fija la loza radiante encendida en el máximo sin posibilidad de apagarla. No hubo aire acondicionado ni ventana abierta que nos aliviara. Esa noche se fue a dormir de sus padres yo me quemé solo en el departamento que ella, había elegido.
A la mañana siguiente cuando estaba saliendo para el trabajo, la cerradura de la puerta se rompió y me quedé adentro. El cerrajero llegó dos horas después y me cobró cuatrocientos pesos y para rematarla me dijo que la cerradura era de la peor calidad posible. no fui a trabajar y me descontaron el día. Reemplazaron el termo tanque y ella volvió a casa, para descontracturarnos la invité a cenar afuera, el clima entre ambos se había tornado áspero así que volvimos pronto.
Al llegar, el ascensor se quedó atorado entre el segundo y tercer piso. Golpeamos la puerta, pedimos auxilio, pero nadie nos respondía.
- Uy – me dijo muy nerviosa
- No pasa nada ya nos van a abrir, amor, es cuestión de minutos-
- No, no , es que me estoy cagando-

Bueno, que tenes que aguantar, que vos podes, que ya nos abren y haces en casa y ella, no, que tengo retorcijones y que esas rabas de mierda que pediste para compartir y yo no quería, ¿ves? y que no aguanto más, y que me hago acá.
Se bajo la bombacha se arremangó la pollera y cagó dos soretes cortos de color marrón claro mientras lloraba y me pedía que mirara a otra parte. Entre otras cosas el olor era imposible de soportar.
Nos sacaron, se duchó, armo una valija y se fue para siempre.
Hace tres días me está lloviendo en el cuarto por otra fuga del piso de arriba. Y no me lo solucionás y no me atendés el teléfono.

- ¿Sigo hijo de puta?-

Se que en algún momento del día fui a tu oficina en el piso de abajo de casa, se que me quisiste dar excusas, se que no las oí, después todo se torna un poco nebuloso, un golpe de puño, te até a una silla con tu propio cable teléfono, te desnudé completamente ¿ no? ¿ y en que momento te corté la oreja ?. Por la sangre creo que debe haber sido cuando te subí acá.
Después te fui rajando la carne con la gillette y te bañé en alcohol.
Es muy difícil pensar en soltar a una persona que se tiene atada, mientras te gritan: -¡ Soltame, por favor soltame ! ¿ sabes? ¿Por qué no te callas y me dejas seguir.?. No te voy a matar, pero te voy a cortar todos los dedos, nunca más en la vida vas a poder agarrar un regla T.

martes, 3 de enero de 2012

La mirada de los demás

Por la mañana el universo de su cocina comenzaba a resultarme propio, podía guardar las tazas, las cucharas, los platos y la cafetera sin necesidad de abrir puertas ni cajones en falso.
La escuché taconear en la habitación, era señal de retirada. Tomé el saco del respaldo de una silla dejándolo marcado con los dedos todavía húmedos de lavar.
Avanzando por el pasillo, su taconear se oía más inquieto y gracioso, al asomarme por la puerta pude verla subida a sus botines de cuero azul totalmente desnuda frente al espejo poniéndose crema hidratante con aroma a chocolate. Era una diosa masajeándose. Caí rendido a su pies. Abracé sus piernas, besé su sexo. Olía maravillosamente bien.

- En un ratito estoy – me dijo acariciándome la cabeza como a un niño.

Desde mi posición puede verla asomar el rostro entre los pechos para sonreírme. La sujeté fuerte por la cintura y la recorrí, una mano por delante y otra por detrás. Escalándola. Cuando llegué al cuello me di cuenta que dos lagrimas rodaban por mi nariz.

- Sos hermosa...-

- ¡No mientas! Eso lo decís porque me querés-

- También-

La llevé primero a su trabajo, antes de bajar del auto estuvimos nuestros minutos besándonos la despedida. Cerró con más fuerza que la necesaria,la vi caminar por enfrente del capot y luego cruzar la calle.
Al lado de ortopedia en la que Claudia trabaja hay una obra en construcción, doce obreros la vieron entrar, para mi sorpresa, ninguno le gritó nada.
Llegué a la oficina temprano, me saqué un capuchino de la máquina y me senté a trabajar. A los minutos, metida en su característica minifalda negra llegó Cecilia, que trabaja conmigo en el mismo departamento de la aseguradora y es la fantasía imposible de todos los hombres y alguna que otra mujer de la compañía.
Desde que me nombraron gerente juega a seducirme y nuestra rutina diaria se ha minado de dobles y hasta triples sentidos.
Se sentó frente a mi, mostrándome toda la bombacha en un movimiento muy poco casual. Sentí que su mirada me quemaba y tuve que volver la vista a mi escritorio.
Ahí me encontré con la foto de Claudia. No se por qué elegí esa, la verdad es que sale muy poco favorecida tiene los ojos y la cara hinchada después de haber hecho el amor todo ese fin de semana en Colonia, el pelo despeinado hecho un quilombo.
Al mediodía Gonza me pasó a buscar y fuimos con los otros gerentes a almorzar al gallego de la esquina. Cuando estaban llegando las pastas recibí un mensaje de Claudia y todos empezaron a burlarse.

- ¡¿ Y ya estas fichando?! –

-¡ Qué pollerudo!-

- Muchachos, me parece que tenemos casorio este año –

- Hola lindo ¿ como estas? Te extraño- Me jodió, hacía menos de cuatro horas que no nos veíamos y volvía a invadirme

- Estoyenunareunión- Le escribí rápido, sin ganas y todo junto.

Por la noche tuve que pasarla a buscar, su hermana quería conocerme y quedamos en una cantina por Vicente López.
La esperé más de veinte minutos en el auto, cuando salió, estaba muy poco arreglada, no se había pintado y estaba ojerosa.

- Me hicieron una multa por esperar en doble fila – Le mentí indignado para achacarle algo.

- Hubieras estacionado. Yo te dije que subas. No me siento bien, me duelen los ovarios, seguro que entre hoy y mañana me viene-

La cantina quedaba cruzando el mundo llegamos sobre la hora.
Su hermana era igual que ella, solo que deteriorada por el paso del tiempo.
Me dije – Vas a estar así dentro de cinco años -.
La moza que nos atendió era una veinte añera y parecía coquetear conmigo.
Las hermanas parloteaban y apenas me dejaban introducir un comentario, la comida había estado bien y cuando vi que la moza salía a fumar yo salí detrás de ella con mi cigarrillo en mano.
Tenía buena charla, estudiaba teatro y algo en Filosofía y Letras.
Cuando los cigarrillos se terminaron entramos, ella delante y yo detrás era una mariposita entre las mesas.
Vi la espalda de Claudia, y me pareció más ancha de lo normal, no como gorda, pero si gruesa.
De camino a su casa discutimos, de cualquier cosa, a decir vedad yo no quería quedarme a dormir otra vez en su casa, y estaba inventando una excusa para no hacerlo y pelear era lo mejor.
Pese a su próxima menstruación en una actitud conciliadora me invito a seguir hablando un rato arriba para no dejar las cosas mal. Acepté, pero sabía que subía con una molotov de excusas para tirar en cualquier momento y salir huyendo por la escalera de emergencias.
Llamó al ascensor y nos vi parados uno al lado del otro frente al espejo del palier.
Era inquietantemente hermosa y yo a su lado parecía una tortuga gorda, de unos doscientos años, una tortuga enana, calva, bizca y picuda con una joroba-caparazón que me abarcaba todo.
Ella ya no sonreía.