lunes, 4 de junio de 2012

LA ESCAPADA


La lluvia tamborilleaba sobre el  techo de la cabaña y cada vez más seguido un rayo iluminaba la habitación y a los pocos segundos el respectivo trueno estremecía los cuerpos.
Se habían escapado el fin de semana, escapado de todos, nada de teléfonos. La casa sola, en el bosque solo, a  treinta kilómetros del pueblo más cercano.  
Mara hundía sus dedos en la cabeza de Manuel, trayéndolo más hacia su vientre.
Él la espiaba cada tanto por la mirilla de sus pezones, sujetando sus piernas, apretándolas, sin dejar de  hacer eso que ella alentaba con pronombres indefinidos. La boca siempre  es la abundancia.
Por las ventanas empañadas por ese único animal jadeante que formaban, ella creyó ver a alguien mirando hacia adentro. Rápidamente se lo sacó a de encima y le pidió que investigara.
Después de un breve, pero intenso forcejeo verbal, Manuel accedió y al acercarse a la ventana solo pudo ver el auto acurrucado  cerca de la puerta. Aseguró que las sombras de los árboles eran los que habían asustado a Mara.
Ella no se conformó e insistió en que revisara y  trabara mejor las puertas y ventanas. Hecho todo esto, volvieron tímidamente a los besos, pero ya vestidos  no superaron ese umbral. Se abrazaron en silencio sin dormir y se quedaron de esa manera unos minutos hasta que la alarma del auto los asustó.
Ella fue la primera en levantarse y juró ver a alguien corriendo hacia el corazón del bosque.  La lluvia había aumentado y el control remoto de la alarma no la desactivaba.
Pese a que ella le insistió que no saliera, él la desoyó por miedo a quedarse sin batería y varados a 30 km del pueblo. El chillido se esparcía por todo el bosque, rebotando en cada árbol y cada rama ganando volumen.
Abrió la puerta, apuntó contra el auto, salió un poco más hasta el borde del alero, apuntó y nada, fue al volver del coche una vez apagada la alarma que se patinó. El sonido de la cabeza sobre el cemento  se escuchó aún sobre la copiosa lluvia.
Mara corrió a su lado y al abrazarlo  y notó que no reacciona. La lluvia la desnudaba, todo el cuerpo ajustado respiraba agitado bajo el camisón. 

-¡Ayuda!- ¡ Por favor te doy lo que quieras pero ayudanos!. Por favooooor ¡Mi novio se golpeó la cabezaaaa ayudameee.!

Lento pero firme la que se presentaba como una sombra de un árbol se describió como una  figura humana que se acercaba a ella llevando algo largo en la mano derecha, algo metálico que brillaba con los relámpagos. Al acercarse más notó que lo que parecía un caño era una escopeta y la figura humana era una mujer.

- ¿Tu novio?-

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