viernes, 5 de septiembre de 2008


Las horas se dilatan
al sol omnipresente.
El otoño de mi vida
vino para quedarse,
las espinas autoflagelan
las palmas de mi abrazo,
sin embargo sobreviviré
para amarte.
En la quietud itinerante
de nuestro respirarnos,
ofrecidos en sacrificio
a nosotros mismos.
Tendremos pan el uno en el otro,
Sabremos del calor y como calentarnos,
Y cuando las malas vengan,
si es que estas son las buenas,
podes asomarte a las sabanas
para ver que no me fui
que sigo ahí
como el cactus en tu huerta

2 comentarios:

alina dijo...

muy lindo poema
tu ella debe de estar orgullosa de como le escribìs, parece una linda historia

Iria dijo...

Mu