domingo, 24 de julio de 2011

Humedad


El micro nos había escupido en la terminal de Humahuaca, cuando comenzó a llover todo lo que un cielo puede llover. Estábamos a la deriva y encontrar donde parar parecía casi imposible, el camping era un gran lago,las carpas botes a medio hundir.Todas las habitaciones de la ciudad estaban a tope, barajé la idea de dormir en el bar Pinocho, pero cuando la lluvia estaba en lo mejor, nos cortó el paso un niño salido de las mismas entrañas del infierno, que nos preguntó si necesitabamos habitación.
Ella pronto tomó confianza y animo, el caso es que caminamos cuesta arriba con las mochilas cargadas de cosas inútiles durante cuadras y cuadras, nos metimos en la "casa familiar" que no era otra cosa que un centro de apuestas, trapicheo y venta de droga.
- Mi amor, no tenemos otro lugar, aguantemos hasta mañana y apenas amace nos vamos-
Vi al niño cobrar e irse,nos dieron la única habitación disponible, una en la que había un enorme agujero en la puerta por la que nos veían riendo todos los parroquianos, improvisamos una pantalla con varias toallas. Fue en esa intimidad en la que nos abrazamos y comenzò a llorar, tenía miedo, yo estaba más preocupado de lo que pudiera pasarle que de lo que pudiera pasarnos. Esa noche no tomé.
Nos metimos en la cama totalmente vestidos y abrazados, Ella contra mi pecho y yo boca arriba, la luz de un velador escalaba por la pared y resaltaba la enorme mancha de humedad del techo, no pude dormir viendo una y otra vez esas manchas, su respiraciòn profunda me envolvìa y me fue metiendo como en una especie de transe y asì como en El Aleph de Borges que tanto odio, vi todo lo que ocurría, nos vi desde arriba, vi lo que pasaba en la habitación de junto, el juego, el dinero manchado de materia fecal, la cocaìna como cebras en la mesa, vi la lluvia caer sobre la ciudad, El carnaval todavìa duraba en lo alto de las montañas y pude ver lo que iba a pasar con nosotros de ahora en más, supe que me iba a dejar por otro apenas llegar a Buenos Aires, supe que me iban a llamar de la editorial para trabajar ahì y que las cosas no iban a estar tan mal.
A la mañana siguiente, nos levantamos en silencio y en silencio seguimos nuestro viaje, nuestro camino y luego nuestra separación.
Hoy llueve en el techo de mi departamento, y en el cielo de mi vida, pero las manchas de humedad me dicen bastante menos, aunque lo que dicen duela más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

lo que pasa es que las cosas no iban a estar tan mal. muchos besos amigo

santha dijo...

igual tachame la doble