viernes, 1 de febrero de 2013
Empate
Hay empates silenciosos, de partidas silenciosas, empates que son pérdidas que empobrecen la experiencia, empates que colgados del travesaño solo mantienen el invicto de lo que nunca será.
martes, 22 de enero de 2013
EL PECESITO
Cada uno hace lo que puede con la soledad
algunos la lloran a cántaros
otros la saborean hasta la última miga.
Yo, a fuerza de cachetazos
aprendí a masticar la angustia en silencio
a maquillar la espera con movimiento,
corriendo diez kilómetros un día
y diez otro,
yendo del bar al trabajo
de cortar el pasto a un cumpleaños,
de empujar el auto de alguien que se quedó en la avenida
a barrer la cocina, a desordenar el cuarto, a terminar otro libro
a pifiar goles en los picados.
De ser tragado por un vagón a ser escupido por otro.
y en todo vos
como un mar tranquilo que me cubre todo sin ahogarme
con ese abrazo inmenso que no dejabas de darme
la última vez,
en el que pude sentir tu corazón,
debatiendose como un pecesito.
Con ese beso puente que tendiste
con tus ojos que lloraron
con los míos que también.
martes, 12 de junio de 2012
Parir
Cuando tuvo la edad suficiente para animarse a preguntar le
contaron que los primeros meses de embarazo habían transcurrido con total
normalidad, sus padres disfrutaban por igual la espera del primogénito. Habían
disminuido, casi al punto de desaparecer, las peleas, los celos.
La venta en la librería había aumentado y el
niño llegaba con un pan bajo el brazo.
Su
madre se había puesto tan bella que incluso, un vecino al verla cruzar la calle
una noche creyó ver a la Virgen María embarazada y se arrodilló a su
paso.
Ella
se tocaba constantemente la barriga, le hablaba, le leía cuentos, le cantaba.
Él
quería cumplir todos sus antojos, pero a ella solo se le antojaba leer por las
noches y dormir temprano con la ventana abierta.
Trabajó
hasta el octavo mes a la par de su marido. Estaba envolviendo para regalo Viaje
al fin de la noche, cuando empezaron las contracciones.
El
Falcon atravesó la Capital con un pañuelo sacudiéndose por la ventanilla
llevando a dos, apurado por regresar con tres.
El
hospital estaba saturado por las victimas del incendio del Puerto, así que
prepararon una habitación común como sala de parto.
Parir
es un acto unilateral es dividirse multiplicando. La madre produce, genera,
trae y da el mundo al niño y con el tiempo el niño negará primero a la madre y
después al mundo.
Su cuerpo se rompió. Solo paró de dolerle cuando vio que el bebé, su bebé,
hermoso como ninguno había nacido muerto.
Dos
días más tarde le dieron nombre y sepultura al que hubira sido su hermano mayor: Ulises.
El
nuevo embarazo se vivió con una tensa felicidad. Como su suegra había deslizado
la posibilidad de que la perdida se debiera a las novelas que devoraba noche a
noche, se le prohibió la lectura. No trabajó y
no le permitieron otra visita que no fuera de su suegra, su cuñada y el
marido.
Se
volvió religiosa por decantamiento y le escribía largas cartas a Dios.
Para
no molestar al marido con sus terrores nocturnos dormía sola y recibía en
sueños cada noche a un asesino, a un lobo, a un niño muerto.
Esta
vez hubo que subirla a la fuerza al coche para ir al hospital, pese a la
contracciones quizo parirlo en la seguridad de su casa.
En
la calle la gente iba y venia, vivía. Tan desacostumbrada estaba a ese
movimiento que se mareó y vomitó toda la guantera, el parabrisas.
En
la sala de partos no paraba de llorar, todos la tocaban, la acomodaban, hacían
de ella.
Se
partió otra vez, y el llanto del niño se sumó a su llanto ya empezado.
Cuando
lo pusieron en su pecho sus miradas se cruzaron. Lo beso profundamente, una y
otra vez dándole las gracias a Dios. Acariciando sus tres kilos ochocientos.
El niño lloraba le estaba avisando que debajo de la manta había una pierna notoriamente
más corta que la otra. Había fallado otra vez.
Lo
inscribieron como José Luis, pero rápidamente empezaron a llamarlo Monito, Mono.
Con el pequeño defecto de las orejar grandes querían tapar el otro y evitarle apodos
como Rengo, Cojo, Discapacitado, Pata corta, Pata
de palo, Pirata, Bidet y cosas crueles que dicen los chicos y que a él sin excepción también le dijeron.
domingo, 10 de junio de 2012
TOCO TU CHOTA

Toco tu chota, con un dedo toco el borde de tu chota, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu chota se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la chota que deseo, la chota que mi mano elige y te dibuja en la cara, una chota elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu chota que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
lunes, 4 de junio de 2012
LA ESCAPADA
La
lluvia tamborilleaba sobre el techo de
la cabaña y cada vez más seguido un rayo iluminaba la habitación y a los pocos
segundos el respectivo trueno estremecía los cuerpos.
Se
habían escapado el fin de semana, escapado de todos, nada de teléfonos. La casa
sola, en el bosque solo, a treinta
kilómetros del pueblo más cercano. Mara hundía sus dedos en la cabeza de Manuel, trayéndolo más hacia su vientre.
Él la espiaba cada tanto por la mirilla de sus pezones, sujetando sus piernas, apretándolas, sin dejar de hacer eso que ella alentaba con pronombres indefinidos. La boca siempre es la abundancia.
Por las ventanas empañadas por ese único animal jadeante que formaban, ella creyó ver a alguien mirando hacia adentro. Rápidamente se lo sacó a de encima y le pidió que investigara.
Después de un breve, pero intenso forcejeo verbal, Manuel accedió y al acercarse a la ventana solo pudo ver el auto acurrucado cerca de la puerta. Aseguró que las sombras de los árboles eran los que habían asustado a Mara.
Ella no se conformó e insistió en que revisara y trabara mejor las puertas y ventanas. Hecho todo esto, volvieron tímidamente a los besos, pero ya vestidos no superaron ese umbral. Se abrazaron en silencio sin dormir y se quedaron de esa manera unos minutos hasta que la alarma del auto los asustó.
Ella fue la primera en levantarse y juró ver a alguien corriendo hacia el corazón del bosque. La lluvia había aumentado y el control remoto de la alarma no la desactivaba.
Pese a que ella le insistió que no saliera, él la desoyó por miedo a quedarse sin batería y varados a 30 km del pueblo. El chillido se esparcía por todo el bosque, rebotando en cada árbol y cada rama ganando volumen.
Abrió la puerta, apuntó contra el auto, salió un poco más hasta el borde del alero, apuntó y nada, fue al volver del coche una vez apagada la alarma que se patinó. El sonido de la cabeza sobre el cemento se escuchó aún sobre la copiosa lluvia.
Mara corrió a su lado y al abrazarlo y notó que no reacciona. La lluvia la desnudaba, todo el cuerpo ajustado respiraba agitado bajo el camisón.
-¡Ayuda!-
¡ Por favor te doy lo que quieras pero ayudanos!. Por favooooor ¡Mi novio se
golpeó la cabezaaaa ayudameee.!
Lento
pero firme la que se presentaba como una sombra de un árbol se describió como
una figura humana que se acercaba a ella
llevando algo largo en la mano derecha, algo metálico que brillaba con los
relámpagos. Al acercarse más notó que lo que parecía un caño era una escopeta y
la figura humana era una mujer.
-
¿Tu novio?-
martes, 22 de mayo de 2012
Elizabeth
- Está bien. Llevalo, pero tené mucho cuidado-
me dijo mi padre buscando los documentos del auto en su billetera.
Tenía
ganas de abrazarlo, de dar saltos, de arrodillarme a sus pies a festejar, sin
embargo esperé serenamente a que me diera todo, dejé que me pichara con sus
indicaciones, algunas humillantes como: prendé las luces, no dejes las luces
prendidas cuando bajes, fijate en dónde lo dejas estacionado que no te lo lleve
la grúa.
Pero
yo estaba feliz no solo porque era la primera vez que me prestaban el auto de
noche sino porque lo había pedido para salir con Elizabeth Plotnik.
Elizabeth
era fresca, bella, judía e inteligente, pero sobre todas las cosas algo con lo que
potenciaba todo lo de más: tenía los pechos más grandes que había visto en mi
vida.
Me
había llevado cinco mes hacerme su amigo y casi dos cuatrimestres para que
aceptara salir a cenar solos, lejos de cualquier excusa facultativa.
Me
vestí y perfumé como el evento lo ameritaba y estaba tan ansioso por verla que
llegué a su casa media hora antes y tuve que estar dando vueltas por su barrio
hasta que se hiciera la hora pautada.
Le
toqué el timbre en punto, pero ella demoró unos veinte minutos en bajar, estaba
un poco seria, bellísima, enfundada en un vestido corto rayado.
Cuando
se sentó en el asiento del acompañante y se colocó el cinturón de seguridad tuve
la impresión de que los botones superiores del vestido iban reventar y sacarme
un ojo. Le hice un comentario gracioso sobre un profesor de Sociedad y Estado,
su risa resonó. A partir de allí la charla fluyó hasta el restaurant.
Estacioné
casi en la esquina mitad en cordón amarillo mitad no. La cuadra estaba repleta
y no quería hacerla caminar, había llovido durante todo el día y si bien ya no,
mi sexto sentido me decía que al salir volvería a llover, un trapito me hizo
señas de que todo estaba bien, le di diez pesos y me dijo que se quedaba toda
la noche.
Entramos
tranquilos, tanto que hasta me animé a
poner mi mano en su hombro.
Mientras
Elizabeth iba al baño después de terminar la cena, posiblemente a cagar por el
tiempo que se tardó, aproveché para pedir la cuenta y de una manera galante
sorprenderla a su vuelta. Ella había elegido el lugar y había sido una pésima
elección, caro y malo.
- ¡Bien el lugar! – Le dije mientras
volvía a sentarse.
Me
di cuenta de inmediato que los dos botones superiores del vestido no habían
podido soportar más la presión ofrecida por sus pechos y habían desparecido.
Con
su mano en mi brazo me contó muy tentada sobre un graffiti que había leído en
el baño. Yo no quise ser menos y tomándola también del brazo y le empecé a
contar uno de esos chites clásicos de
¡mamá mamá!. Ella me miraba riéndose antes de que yo arrancase, presuponiendo
que iba a ser mucho más gracioso que el de ella y de hecho el de ella no era
nada comparado con lo que yo iba a contarle .
- ¡Mamá mamá! ¿por que festejamos la Navidad
en Agosto?- Sus ojos ya lagrimeaban de la risa, la respiración le inflaba el
pecho. Desbordaba.
- Porque con el cáncer de mierda que
tenés no llegamos ni a octubre- Yo no podía parar de reír
- Mi abuela murió de cáncer a principios
de año - Su cara se había transformado y lo que unos segundos antes era una
fiesta se volvió un silencio incómodo.
La
sangre comenzó a correr por mis mejillas. No tenía manera de pedir perdón.
Salimos
del Restaurant y ni notó que había pagado la cuenta. A lo poco de andar empecé
a desesperarme porque no veía el auto, una camioneta ganaba la esquina en la
que lo había dejado, del trapito ni noticias aceleré el paso hasta la esquina y
detrás de la 4x4 estaba asomado tímido el Peugeot de mi viejo. Elizabeth empezó a reír.
- ¡ Te pusiste blanco!. Los dos reímos,
me abrazó fuerte pude sentirla sobre mi, me besó entre la mandíbula y el cuello.
Encaré
para el río haciéndome el que buscaba un bar por esa zona oscura donde van las
parejitas a besarse y a tener sexo. Apagué las luces para no molestar a los
demás y noté que los autos estaban muy pegados a los bordes de la vereda.
Me
dije: ¡ Qué tontos son todos! Nadie va por el medio a la parte más linda donde
se ve el río.- Pero como ya dije había llovido durante todo el día y el camino
de tierra se había vuelto un pantano, cosa que no pude apreciar con las luces
apagadas.
No
deslizamos un poco de lado antes de detenernos. Mientras más aceleraba más nos enterrábamos.
En
todo momento yo quería transmitirle
seguridad, sin perder de vista sus piernas, pero estaba muy preocupado.
Cuando
me bajé para contemplar la situación me hundí hasta casi las rodillas, al dar
el primer paso perdí una zapatilla. Contemplé el auto desde atrás y no podía
creerlo. Las ruedas traseras ni se veían. El barro llegaba al paragolpes.
- ¿Y está muy mal?- pregunto asomándose
por la ventana.
- Masomenos – Mi noche se había hundido
con el auto. Al intentar volver a asiento
me
patiné dos veces cayendo de espalda sobre el barro. Una luna deforme se asomaba
por el escote de dos nueves negras. Empezaba a llover.
martes, 15 de mayo de 2012
La llamada
Lloraba en el teléfono su interminable tanguito de los sueños rotos y la desdicha simbiotica..
Desde hacía seis meses estaba metida en una relación a mis espaldas y yo como el cornudo de la fiesta que sin poder responder nada, escuchaba los detalles de sus excusas:
Vos no sabés lo dificil que es para mi, que esto es más dificil para mi que para vos, que no te imaginás lo feo que es estar desnuda abrazada a él y ver tu cara en la oscuridad increpándome.
De pronto oigo a través del tubo como él entraba a la casa, le daba un beso, le preguntaba algo. Tengo que irme me dijo, lo siento.
Me imagino, fue lo único que alcance a decirle antes que me corte.
El odio se me sumo a las ganas de mear, había tomado mucho mate corrigiendo unas pruebas y medieron ganas de mearles el colchon, mearlos a los dos mientras dormian yo todavia tengo las llaves de su casa pensé.
Por suerte el viaje era largo así que me metí al baño a buscar en los azulejos mas altos alguna respuesta mientras me vaciaba.
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