Siempre me ha sorprendido la facilidad que han desarrollado algunos amigos para aprender a viajar en el tiempo, estudiar una carrera o formar una familia.
Yo por mi a parte debo reconocerme que acepto ràpidamente los cambios, a viajar en metro en vez de subte, a decir pimiento en vez de ajì y a llorar todo de corrido, sin respirar y sin soltar una sola lágrima.
1 comentario:
Qué groso: el hombre manos de clichés
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