martes, 12 de junio de 2012

Parir


Cuando tuvo la edad suficiente para animarse a preguntar le contaron que los primeros meses de embarazo habían transcurrido con total normalidad, sus  padres disfrutaban  por igual la espera del primogénito. Habían disminuido, casi al punto de desaparecer, las peleas, los celos.
 La venta en la librería había aumentado y el niño llegaba con un pan bajo el brazo.
Su madre se había puesto tan bella que incluso, un vecino al verla cruzar la calle una noche creyó ver a la Virgen María embarazada y se arrodilló a su paso.  
Ella se tocaba constantemente la barriga, le hablaba, le leía cuentos, le cantaba.
Él quería cumplir todos sus antojos, pero a ella solo se le antojaba leer por las noches y dormir temprano con la ventana abierta.  
Trabajó hasta el octavo mes a la par de su marido. Estaba envolviendo para regalo  Viaje al fin de la noche, cuando empezaron las contracciones.
El Falcon atravesó la Capital con un pañuelo sacudiéndose por la ventanilla llevando a dos, apurado por regresar con tres.
El hospital estaba saturado por las victimas del incendio del Puerto, así que prepararon una habitación común como sala de parto.
Parir es un acto unilateral es dividirse multiplicando. La madre produce, genera, trae y da el mundo al niño y con el tiempo el niño negará primero a la madre y después al mundo.
Su cuerpo se rompió. Solo paró de dolerle cuando vio que el bebé, su bebé, hermoso como ninguno había nacido muerto.
Dos días más tarde le dieron nombre y sepultura al que hubira sido su hermano mayor: Ulises.
El nuevo embarazo se vivió con una tensa felicidad. Como su suegra había deslizado la posibilidad de que la perdida se debiera a las novelas que devoraba noche a noche, se le prohibió la lectura. No trabajó y  no le permitieron otra visita que no fuera de su suegra, su cuñada y el marido.
Se volvió religiosa por decantamiento y le escribía largas cartas a Dios.
Para no molestar al marido con sus terrores nocturnos dormía sola y recibía en sueños cada noche a un asesino, a un lobo, a un niño muerto.
Esta vez hubo que subirla a la fuerza al coche para ir al hospital, pese a la contracciones quizo parirlo en la seguridad de su casa.
En la calle la gente iba y venia, vivía. Tan desacostumbrada estaba a ese movimiento que se mareó y vomitó toda la guantera, el parabrisas.
En la sala de partos no paraba de llorar, todos la tocaban, la acomodaban, hacían de ella.
Se partió otra vez, y el llanto del niño se sumó a su llanto ya empezado.
Cuando lo pusieron en su pecho sus miradas se cruzaron. Lo beso profundamente, una y otra vez dándole las gracias a Dios. Acariciando sus tres kilos ochocientos. 
El niño lloraba le estaba avisando que debajo de la manta había una pierna notoriamente más corta que la otra. Había fallado otra vez.
Lo inscribieron como José Luis, pero rápidamente empezaron a llamarlo Monito, Mono. Con el pequeño defecto de las orejar grandes querían tapar el otro y evitarle apodos como Rengo, Cojo, Discapacitado, Pata corta, Pata de palo, Pirata, Bidet y cosas crueles que dicen los chicos y que a él sin excepción también le dijeron.  

domingo, 10 de junio de 2012

TOCO TU CHOTA


 


Toco tu chota, con un dedo toco el borde de tu chota, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu chota se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la chota que deseo, la chota que mi mano elige y te dibuja en la cara, una chota elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu chota que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

    

lunes, 4 de junio de 2012

LA ESCAPADA


La lluvia tamborilleaba sobre el  techo de la cabaña y cada vez más seguido un rayo iluminaba la habitación y a los pocos segundos el respectivo trueno estremecía los cuerpos.
Se habían escapado el fin de semana, escapado de todos, nada de teléfonos. La casa sola, en el bosque solo, a  treinta kilómetros del pueblo más cercano.  
Mara hundía sus dedos en la cabeza de Manuel, trayéndolo más hacia su vientre.
Él la espiaba cada tanto por la mirilla de sus pezones, sujetando sus piernas, apretándolas, sin dejar de  hacer eso que ella alentaba con pronombres indefinidos. La boca siempre  es la abundancia.
Por las ventanas empañadas por ese único animal jadeante que formaban, ella creyó ver a alguien mirando hacia adentro. Rápidamente se lo sacó a de encima y le pidió que investigara.
Después de un breve, pero intenso forcejeo verbal, Manuel accedió y al acercarse a la ventana solo pudo ver el auto acurrucado  cerca de la puerta. Aseguró que las sombras de los árboles eran los que habían asustado a Mara.
Ella no se conformó e insistió en que revisara y  trabara mejor las puertas y ventanas. Hecho todo esto, volvieron tímidamente a los besos, pero ya vestidos  no superaron ese umbral. Se abrazaron en silencio sin dormir y se quedaron de esa manera unos minutos hasta que la alarma del auto los asustó.
Ella fue la primera en levantarse y juró ver a alguien corriendo hacia el corazón del bosque.  La lluvia había aumentado y el control remoto de la alarma no la desactivaba.
Pese a que ella le insistió que no saliera, él la desoyó por miedo a quedarse sin batería y varados a 30 km del pueblo. El chillido se esparcía por todo el bosque, rebotando en cada árbol y cada rama ganando volumen.
Abrió la puerta, apuntó contra el auto, salió un poco más hasta el borde del alero, apuntó y nada, fue al volver del coche una vez apagada la alarma que se patinó. El sonido de la cabeza sobre el cemento  se escuchó aún sobre la copiosa lluvia.
Mara corrió a su lado y al abrazarlo  y notó que no reacciona. La lluvia la desnudaba, todo el cuerpo ajustado respiraba agitado bajo el camisón. 

-¡Ayuda!- ¡ Por favor te doy lo que quieras pero ayudanos!. Por favooooor ¡Mi novio se golpeó la cabezaaaa ayudameee.!

Lento pero firme la que se presentaba como una sombra de un árbol se describió como una  figura humana que se acercaba a ella llevando algo largo en la mano derecha, algo metálico que brillaba con los relámpagos. Al acercarse más notó que lo que parecía un caño era una escopeta y la figura humana era una mujer.

- ¿Tu novio?-